25 de octubre de 2011

Defender la Alegría, Mario Benedetti

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegía como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y de la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.

Yira en el llanto, Yirondo

A una amiga y a un amigo dolido, lo único que puedo decirles es, como dice Girondo, que se lloren todo, pero bien, que abran "las compuertas del llanto" y se empapen el alma, que inunden las veredas, sus verdades efímeras y sus paseos también.. "y salvarnos, a nado, de nuestro llanto".


Llorar a lágrima viva (Oliverio Girondo)

Llorar a lágrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo...
si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

17 de octubre de 2011

Cine: Valentín


"Los colores, el aroma, el alcohol, el cigarrillo, la amistad... cada detalle de esa noche está ahí conmigo para hacerme sentir bien.
Rufo estaba contento... yo era chico pero me di cuenta que aquel necesitaba compañía y que también quería hablar con alguien... y lo bueno es que no le importaba mi edad, al contrario me hacía sentir bien, más grande, más útil..."

VALENTÍN, hermosa película (para ver online o descargar
http://pelisargentinas.com/1924/el-sueno-de-valentin-online/ ) que cuenta como a los 8 años un niño elabora y se construye, creando y no creyendo credulamente...

9 de octubre de 2011

CotArt

Producciones de Josefina Secco
-mi artista favorita!-













7 de octubre de 2011

Let it rain

Linda noche lluviosa para dormir...
Y a no olvidar que las tormentas, de noche o de día, también las podemos crear!

Primeros planos

Al resguardo!
...cuidado con la retaguardia!

27 de septiembre de 2011

Ahora: ropas nuevas y mías

“Hay un tiempo en que es necesario dejar las ropas usadas
que adoptaron la forma de nuestro cuerpo,
y en el que debemos olvidar los caminos
que nos han llevado a los mismos lugares.
Es ahora el tiempo de la travesía, y si no nos animamos,
habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos.”

Fernando Pessoa

17 de septiembre de 2011

Acerca de escudriñar sin conocer

Una vez más, Liniers! ( http://autoliniers.blogspot.com/ )
-amo la palabra "escudriñar"-

6 de septiembre de 2011

5 de septiembre de 2011

Nou definiyon


"No todo en la vida tiene que tener una definición..."



4 de septiembre de 2011

Frase dominguera

‎"Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas."
Mario Benedetti


1 de septiembre de 2011

Ilusos

Inmediatamente después de vivir una desilusión, ya estamos nuevamente listos para otra ilusión!
Para luego... desilusionarnos ¿...?

24 de agosto de 2011

La paja

La paja pajamundea

Aburre, toda quieta

Piensa en otros, y queda sola

Solita, encerrada y abandonada por ella misma

Estancada, encerrada, autocastigada

Sabe que no es linda la paja

Más lindo es el encuentro con pensamientos ajenos.


Pajainmunda, aterra al que la observa

Absorbe a quien la práctica

Nunca compartida, siempre en un solo plato

Sin paneras comunales y familiares

No hay solidaridad en la paja.


La paja sola, ni para un quincho de paja sirve

Y en el pajeo más se hunde, mas se abandona

Ya no hay música que la acompañe

Paja sorda y casi ciega

Se toma todo, y ya ni embriaga.


Y así la paja reina, en este reino de pajeros.

11 de agosto de 2011

Pink Floyd - Breathe

Respira, inspira el aire
No tengas miedo de preocuparte
Vete, pero no me dejes
Busca a tu alrededor y escoge tu propia base
Porque tu vida es larga y alto tu vuelo

Y dedicarás sonrisas y llorarás lágrimas
Y todo lo que tocas y todo lo que veas
Es todo lo que tu vida será

(…)

Y cuando al fin el trabajo este hecho
No te sientes (…)
Porque tu vida es larga y alto tu vuelo.


*Gracias a mi amiga Charly NatiBum por enviarme parte de esta letra en un mensajito de buen día! Buenas vibras mai fren!

1 de agosto de 2011

Bailando para no estar muerto, de Ray Bradbury

Una noche, mientras me estaba sirviendo, mi amigo camarero, Laurent, que trabaja en la Brasserie Champs du Mars cerca de la Torre Eiffel, me habló de su vida.

-Trabajo de diez a doce horas, a veces catorce- me dijo- y después a medianoche me voy a bailar, bailar, bailar hasta las cuatro o cinco de la mañana, y me acuesto y duermo hasta las diez y luego arriba a las once a trabajar diez o doce horas y a veces quince.

-¿Cómo consigue hacerlo? – le pregunté.

-Fácilmente- dijo-. Dormir es estar muerto. Es como la muerte. Así que bailamos, bailamos para no estar muertos. No queremos que eso ocurra.

-¿Qué edad tiene usted?- le pregunté.

- Veintitrés- me dijo.

- Ah – dije, y lo tomé gentilmente del codo-. Ah. Veintitrés, ¿no?

-Veintitrés- dijo sonriendo-. ¿Y usted?

-Setenta y seis- dije-. Y yo tampoco quiero estar muerto. Pero no tengo veintitrés. ¿Qué puedo hacer?

-Sí- dijo Laurent, inocente y todavía sonriendo-, ¿qué hace usted a las tres de la mañana?

-Escribir- dije al cabo de un momento.

-¿Escribir? – dijo Laurent, asombrado-. ¿Escribir?

-Para no estar muerto- dije-, como usted.

-¿Yo?

-Si- dije, sonriendo ahora-. A las tres de la mañana escribo, escribo, ¡escribo!

-Tiene mucha suerte- me dijo Laurent-. Es usted muy joven.

-Hasta ahora- dije y apuré mi cerveza y me fui a sentar delante de mi máquina de escribir, a terminar un cuento.

¿Cuál es la verdadera coreografía con que engaño a la muerte?

[...]

En otras palabras, el lado izquierdo de mi cerebro, si hay un lado izquierdo, propone. El lado derecho, si hay un lado derecho, dispone.

Las proposiciones del lado izquierdo son todas inútiles si no hay nada en el derecho. Tuve suerte con mis genes. Dios, el Cosmos, la Fuerza Vital, lo que sea, me dio un lado derecho capaz de atajar cualquier pelota que venga del lado izquierdo. Una mitad, la izquierda parece obvia. La otra mitad, la derecha, es siempre misteriosa, desafiándote a que la saques a la luz.

La sesión, es decir, la máquina de escribir, el ordenador, la pluma, el lápiz y el papel están ahí para echar mano a los fantasmas antes de que se desvanezcan en el aire.

Basta de comedias, hubiera refunfuñado mi padre. ¿Qué quiere decir todo eso en simples palabras? Lo que intento decir es que el proceso creativo se parece mucho al viejo método de sacar fotografías con una gran cámara y tú alrededor bajo una tela negra buscando imágenes en la oscuridad. Los sujetos de las fotos no se quedan quietos. Quizá haya demasiada luz. O no la suficiente. Uno puede buscar a tientas, pero de prisa, esperando encontrarse con una instantánea revelada.

Éstas, pues, son instantáneas reveladas, que se alzan al alba, se posan en el desayuno y terminan al mediodía. Todas sin finales o desgraciados justo después del almuerzo, o con un café liviano o un brandy fuerte a las cuatro de la tarde.

Dando una oportunidad al amor, como dice una vieja canción.

O en las palabras de la canción de las doce sillas, de Mel Brooks:

Espera lo mejor,

espera lo peor,

tú puedes ser Tolstói

o también Fannie Hurst.

Espero encontrarme con H. G. Wells o tener la compañía de Jules Verne. Cuando trabajo en un espacio viviente entre los dos, entro en éxtasis.

Termino como comencé. Con un amigo camarero parisense, Laurent, bailando toda la noche, bailando, bailando.

Mis melodías y números están aquí. Han llenado mis años, los años en que rehusé morirme. Y para eso mismo escribo, escribo, escribo, al mediodía o a las tres de la mañana.

Para no estar muerto.


Ray Bradbury. Extracto de la introducción de su libro El Hombre Ilustrado

27 de julio de 2011

Amy Winehouse - Love is a losing game



Love is a losing game

For you I was a flame
(Para ti yo fui una llama)
Love is a losing game
(el amor es un juego perdido)
Five story fire as you came
(la quinta historia se encendió cuando llegabas)
Love is a losing game
(el amor es un juego perdido)

Why do I wish I never played
(¿por qué hubiera deseado nunca jugar?)
Oh what a mess we made
(OH! que desastre el que ocasionamos)
And now the final frame
(y ahora en el marco final)
Love is a losing game
(el amor es un juego perdido)

Played out by the band
(ejecutado por la banda)
Love is a losing hand
(el amor es una “mano” perdida)
More than I could stand
(más de lo que podría soportar)
Love is a losing hand
(el amor es una “mano” perdida)

Self professed... profound
(auto declarado... profundo)
Till the chips were down
(hasta que las fichas estuvieron boca abajo)
...know you're a gambling man
(sabia que eras un jugador)
Love is a losing hand
(el amor es una “mano” perdida)

Though I'm rather blind
(pienso que estuve bastante ciega)
Love is a fate resigned
(el amor es un destino resignado)
Memories mar my mind
(las memorias inundan mi mente)
Love is a fate resigned
(el amor es un destino resignado)

Over futile odds
(sobre las posibilidades inútiles)
And laughed at by the gods
(y riéndose ante los dioses)
And now the final frame
(y ahora en el marco final)
Love is a losing game
(el amor es un juego perdido)

21 de julio de 2011

El Principito y el Zorro

-¿Qué debo hacer? -preguntó el principito.
-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...

(habría que debatir el temita de lo "equívoco" del lenguaje según Saint-Exupéry)

16 de julio de 2011

Acerca del surgimiento de proyectos

Aquí, ahora y siempre en vigencia, Silvia Bleichmar http://www.silviableichmar.com/ psicoanalista Argentina. Alguien a quien increíblemente extraño sin haber conocido.

La flor de Acapulco*

Ese año comenzó mal para mis hijos. Habían iniciado apenas las clases cuando entendimos que rozábamos el límite nuestra permanencia en la Argentina. El país chorreaba sangre y mugre por todos sus agujeros, y se hacía difícil comer, dormir, respirar incluso, sin sentir palpitar el horror en las sienes. Los niños, mientras tanto, aprendían cada uno lo que debía aprender: la tabla del siete, regla de tres simple, batalla de Caseros, dibujando prolijamente el cabildo y la casita de Tucumán, tratando de rescatar el reventado orden simbólico en el cual nos había tocado inscribirnos.

En octubre salimos para México. Yo llevaba bajo el brazo la muñeca que cantaba en inglés, los certificados escolares y de vacunación de los niños, Pericles, nuestro perro, cuidadosamente guardado en la panza del avión, y un discurso identitario que espeté a mis hijos en el intervalo de Lima: “No olviden nunca que son argentinos”.

La ciudad de México se veía desde el avión como quinientas veces Avellaneda: plana y envuelta en la bruma que luego descubrimos polución de la cual rara vez uno se desatrapa. Enorme e inabarcable, comprendí entonces que el mapa que me regalara un amigo antes de partir, no era un gesto simbólico sino una verdadera herramienta para atravesar ese espacio desordenado y aglutinado que constituye el Distrito Federal. Carlos, arriesgada y generosamente, había marchado quince días antes para buscar un lugar donde hacer recalar a la familia, mientras se desplazaba con un Volkswagen rentado para realizar las cincuenta y dos entrevistas laborales que nos garantizaran las visas de permanencia.

Parias absolutos, perdidos en el espacio, llegamos al apartamento transitorio en el cual nos instalaríamos, y luego de revisar la heladera repleta de jugos y comida chatarra con la cual pretendíamos paliar la desesperanza de los niños, comencé a desarmar las valijas. Saqué de ellas la ropa, los tres tomos de Freud que en aquella época constituían sus obras completas, el cenicero del consultorio que había acompañado nuestro trabajo durante años, dos cuadritos que suponía, al ser colgados, nos traería algo del hábitat, un manojo de espigas de la última cosecha que mi padre había realizado en el campo antes de morir, los juguetes favoritos de los chicos y, por último, la ropa.

Entre los sacos y pantalones, faldas y vestidos, sweaters y medias, una flor de organza celeste, extraño objeto insospechado, emergió imprevistamente del bolsillo de la valija. Carlos se demudó, y demandó, con tono contenido, qué era esa extraña cosa inesperada, en medio de tanto gris, azul, marrón y blanco, escocés de las faldas y espigado de los sacos, clasicismo portable para enfrentar cualquier desarraigo cultural. Respondí, con absoluta inocencia y una cara falsamente radiante: “es por si algún día íbamos a Acapulco… quería tener algo bonito para ponerme”. Desencajado me respondió que aún no teníamos visa, ni trabajo, ni casa, ni medios para sostenernos, y cómo se me ocurría tamaño despropósito. La pelea duró un rato, mientras los niños se retiraban a ver, por primera vez, una televisión en colores en la cual los personajes de las series habían envejecido bruscamente, en un tiempo en el cual aún en la Argentina no se había producido la globalización que nos permite hoy acceder simultáneamente a los programas extranjeros, mientras nos expulsa del universo de sus protagonistas.

Terminamos llorando los dos, abrazados, él por no poder darme algo mejor que lo que la vida nos ofrecía, yo por el dolor que la rosa de organza intentaba encubrir, tiñendo de optimismo y placer un futuro que sólo se representaba como pérdida.

Un año después usé mi flor en Acapulco, y Carlos se puso un saco blanco de verano que habíamos traído de Buenos Aires. El exilio se convirtió, por esa noche, en una película del cincuenta, en la cual Negrete y María Félix, exiliados y psicoanalistas, tomaron sus margaritas con velas y mariachis a la orilla de un mar que no reflejaba la Cruz del Sur.

Mis hijos, ya adultos, siguen llamando “la flor de Acapulco” a todo proyecto que aún pareciendo inviable, permite sostener el optimismo ante la adversidad.

* Publicado en el libro Escritoras argentinas entre límites, Ediciones Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos C. L., Colección “Desde la Gente”, Buenos Aires 2007.

Confidencia prosaica, de Oliverio Girondo

Yo también…
¡Sí! Yo tengo
-¿por qué no confesarlo?-
Un pequeño fantasma, un duende de familia.

No vaya a suponerse que mi pequeño duende sea un fantasma hierático,
espectral, de castillo;
uno de esos fantasmas que arrastran el espanto entre viejas panoplias y gritos coagulados,
o delatan incestos dentro de una armadura,
cuando el silencio calza las funerarias mallas
con que a Hamlet le place pasearse entre las tumbas.

Mi fantasma es doméstico,
recatado, apacible.
Jamás le he sorprendido actitudes de almena,
ni lo he visto hospedarse en la caja de un péndulo,
para que sus entrañas se pueblen de latidos.

Cotidiano, tranquilo, modesto, de bolsillo,
mi pequeño fantasma no ahuyenta los retratos,
ni adopta almas de piedra o heráldicas posturas.

Tal cual es,
sin embargo,
engalana mis noches
y es el único lujo de mis horas vacías.

Ya sé que con frecuencia revuelve mis papeles, esconde alguna carta, empaña mis anteojos,

me humilla al obligarme a buscar los gemelos debajo de la cómoda, me esconde la boquilla;
pero es él quien mitiga la fiebre del insomnio,
quien impide que pierdan el compás las canillas,
quien oprime las llagas de las puertas pintadas y conforta el silencio, la soledad, el frío,
al pasear por los cuartos su incorpórea presencia de fantasma benigno,
de duende que vigila las sombras y los ruidos.

Oliverio Girondo